Se acusa del daño que estamos sufriendo a la avaricia de unos pocos, pero esa es una etapa que ya la mayoría superaron hace tiempo. Hemos entrado en una especie de circo romano en la que los extremadamente poderosos se consideran gladiadores dispuestos a no permitir que ningún contrincante quede en pié con el fin de ser los únicos en recibir la gloria y los honores. Es una lucha a muerte entre “elegidos” porque curiosamente, cuanta más alta es la cima más corto es su horizonte y tan solo ven las cimas que les rodean y amenazan su hegemonía. Podríamos llamarlo “Vértigo de las alturas” y me recuerdan a esos alpinistas que prefieren morir congelados a ocho mil metros, que vivir felices a la orilla del mar. Nunca entenderé ni a los unos ni a los otros.
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