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martes, 28 de junio de 2011

iConcerts - Scorpions - Wind Of Change (live)



«Hubo una vez un rey justo. Y queriendo conocer el porqué de la vida convocó a los sabios del reino. Y les pidió que rindieran cuentas. »Compareció el físico y habló así: »—La vida, señor, es acción y reacción. »A continuación, se presentó él médico y habló así: »—La vida, señor, es un fenómeno automático. »Le tocó el turno al filósofo y habló así: »—La vida, señor, es una ecuación con dos incógnitas: nacimiento y muerte. »Desfiló después el teólogo y habló así: »—La vida, señor, es un botón de muestra de la bondad divina. »Apareció finalmente el poeta y señalando el sol habló así: »—¿Podéis verlo, señor? El monarca asintió. »—¿Os beneficiáis de él, señor? »—Evidentemente —respondió el soberano.
¿Le habéis preguntado alguna vez "por qué" está ahí? »Y el rey, comprendiendo, guardó silencio.» 


Y planteo nuevamente su pregunta: ¿Qué razón de ser tiene la vida?


 Para los que creemos en la Providencia, ninguna. Y me explico. La vida, querida niña, está por encima de todas las razones. La vida, la que ondea en el mar, la que vuela en forma de V, la que cierra y abre tus ojos, la que perfuma desde él jazmín, la que difumina el día, la que carga las mochilas del trigal y la que le pone música al desfile de los átomos, es, sencillamente, un don. Y la sabiduría consiste en aceptar que la vida es un don. La vida no lleva etiquetas. No se ajusta a la horma de los intereses personales. Es analfabeta en ideas


No danza al son de las leyes humanas. No es un recortable infantil. No cotiza en Bolsa. No se exhibe en las pasarelas de moda. Nunca está de moda. La vida es una luminosa «sombra» de Dios. Un benéfico e inesperado ¡Hola! del Gran Cómico. La vida es un IVA que no hay que devolver. Es Dios mismo, escrito en tinta «simpática». La vida, como creo haberte mencionado, es el inconfundible «olor de Dios». La vida, en fin, es sagrada por origen y naturaleza. Y en consecuencia exige un trato igualmente sagrado. Exige hombres sagrados. Y mientras esto no sea así, mientras sigamos derramando, triturando y asesinando a Dios, nuestra consagración como «creadores de vida», como definitivos HOMBRE-DIOS, continuará en suspenso. Por todo ello, cuando te enfrentes al prodigioso fenómeno de la vida, hazlo como una invitada al cumpleaños de un amigo. No cometas la descortesía de ensuciar o destruir la casa. No robes el pastel. No desperdicies el champán. Cuando veas, cuando sientas, cuando intuyas la vida, arrodilla tu inteligencia ante ella. Acaríciala. Disfrútala. Compártela. Y sobre todo, practica la piedad. Sé compasiva con las estrellas que se van, con la ola —irrepetible— que se humilla a tus pies, con la mirada suplicante del ignorado, con la Naturaleza que se entrega, con él río ultrajado de espuma, con el perro callejero y herido por el miedo, con el que está a punto de estrenar la vida y con él que se dispone a «mudarse» a la otra. Sé compasiva, por encima de todo, con el «amnésico y miope» ser humano. La compasión fortifica las murallas interiores y nos prepara para los inevitables cien metros lisos de nuestro propio infortunio. Recibe un millón de besos y gracias por vivir. 


J. J. benitez


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