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sábado, 29 de octubre de 2011

Video: Conciencia multidimensional: Ser consciente - WebIslam.com

Video: Conciencia multidimensional: Ser consciente - WebIslam.com

Contenido del vídeo :

¿ Cual es el propósito de la vida?

Mundo fragmentado y yo fragmentado


Sin el cuerpo podemos tener experiencias en la conciencia

Interconexión con el Todo

Cada persona está interconectada con el resto

La Conciencia planetaria es algo que está ocurriendo todo el tiempo

Todos los organismos están rodeados de un campo : Campo Unificado

Evidencias científicas demuestran que funcionamos como un todo

El mundo existe dentro de nosotros y es necesario vivr conscientemente esta conexión

Es necesario unirse conscientemente

El amor se extiende a todas las partículas por igual : Amor Universal

Crear el canal de la Sabiduria

El trabajo ha comenzado


el verdadero diálogo interno..


Inspiraciones 


http://www.webislam.com/articulos/70664-la_cancion_de_abu_yusuf.html 

domingo, 16 de octubre de 2011

Democracia

.: EL ESPIRITU DEL 15M YA ES GLOBAL


Descripción y prescripción
Definir la democracia es importante porque establece qué esperamos  de  la
democracia.  Si  vamos a definir la democracia de manera “irreal”, no encontraremos
nunca “realidades democráticas”. Y, a veces, cuando declaremos “esto es democracia”
o “esto no lo es”, quedará claro que el juicio depende de la definición o de nuestra idea
sobre qué es la democracia, qué puede ser o qué debe ser.

Si definir la democracia es explicar qué significa el vocablo, el problema  se
resuelve  rápido;  basta  saber  un  poco de griego. La palabra significa, literalmente,
poder (kratos) del pueblo  (demos). Pero habremos resuelto sólo un problema de
etimología: únicamente se ha  explicado el nombre. Y el problema de  definir  la
democracia es mucho más complejo. El término democracia  está para algo. ¿Para
qué? El que la palabra “democracia” tenga un preciso significado literal o etimológico,
no ayuda para nada a entender a qué realidad corresponde ni cómo están construidas
y funcionan las democracias posibles. No nos ayuda porque entre la palabra  y  su
referencia, entre el nombre y el objeto, el paso es largísimo.
Ya que el significado literal del término corresponde poco y mal a su referencia,
¿cómo  remediar esto? A primera vista puede parecer que la solución es fácil. Si es
verdad que la dicción nos desvía, ¿por qué denominar las cosas con etiquetas que no
corresponden? Se ha constatado que las democracias son de hecho "Poliarquias".

Admitida la afirmación como exacta, ¿por qué no llamarlas así? La respuesta es que
aun cuando el término “democracia” no nos sirve para fines descriptivos, es necesario
para  efectos  normativos.  Un  sistema democrático es ubicado por una deontología
democrática, y ello porque la democracia es y no puede ser desligada de aquello que
la democracia  debería ser.  Una  experiencia democrática se desarrolla a horcajadas
sobre el desnivel entre el deber ser y el ser, a lo largo de la trayectoria signada por las
aspiraciones ideales, que siempre van más allá de las condiciones reales.

De ello se deriva que el problema de definir la democracia se desdobla, porque,
si por un lado la democracia requiere de una definición prescriptiva, por el otro no se
puede ignorar la  definición descriptiva. Sin la verificación, la prescripción es “irreal”;
pero sin el ideal, una democracia “no es tal”. Detengamos nuestra atención sobre este punto: la democracia tiene, en primer lugar, una definición normativa; pero de ello no se  concluye  que  el  deber  ser  de la democracia sea la democracia y que el ideal democrático  defina la realidad democrática. Es un grave error cambiar una prescripción por una verificación; y cuanto más frecuente es el error, tanto más las democracias quedan expuestas a malentendidos y trampas.


Tómese la trampa principal: la tesis difundida y creída durante más de medio siglo de que las democracias eran dos, una occidental y otra comunista. ¿Cómo se ha demostrado la tesis de las “dos  democracias”?  Precisamente  haciendo  una comparación engañosa entre el ser y el deber  ser.  La  demostración  seria  exige  dos formas de confrontación: una dirigida a los ideales y otra a los hechos. En cambio, la falsa  demostración  unifica  y  entrecruza las confrontaciones de la siguiente manera:
comparando los ideales (no realizados) del comunismo, con los hechos (y los errores) de las democracias liberales. De este modo se gana siempre, pero sólo en el papel. La democracia alternativa del Este -aun cuando fuese llamada  democracia  popular-  era
un ideal sin realidad.
Como se comprende, la distinción entre democracia  en  sentido  prescriptivo  y democracia en sentido descriptivo es verdaderamente fundamental. Cierto es que, por un lado, complica el planteamiento, pero, por el otro, lo limpia y lo pone en orden.

Democracia política, social, económica


El término “democracia” desde siempre ha indicado  una  entidad  política,  una
forma de Estado y de gobierno, y así ha permanecido como la acepción primaria del
término. Sin embargo, si hoy hablamos también de democracia social y de democracia
económica, sería oportuno establecer qué entendemos por ello.
La  noción  de  democracia social surge con Tocqueville en su obra  La democracia en América. Al visitar Estados Unidos en  1831,  Tocqueville  quedó impresionado, sobre todo por el estado de la sociedad que Europa no  conocía.
Recuérdese que, en cuanto a su sistema político, Estados  Unidos  declaraba  ser entonces  una  república  y no, todavía, una democracia. Fue cuando Tocqueville, con criterio  sociológico, percibió la democracia estadounidense como una sociedad
caracterizada por una igualdad de condiciones y guiada, preponderantemente, por un“espíritu igualitario”. Aquel espíritu igualitario, en parte, reflejaba la ausencia  de  un pasado feudal; pero expresaba, también, una profunda característica  del  espíritu
estadounidense.


Así pues, democracia no es aquí lo  contrario  de  régimen  opresor,  de tiranía,
sino de “aristocracia”: una estructura social horizontal en lugar de una estructura social
vertical.  Después  de  Tocqueville es Bryce quien mejor representa a la democracia
como ethos, como un modo de vivir y convivir y, en consecuencia, como una condición
general de la sociedad. Para Bryce  (1888)  democracia  es,  prioritariamente,  un
concepto político; pero también para él la  democracia  estadounidense  se caracterizaba por una “igualdad de estima”, por un ethos igualitario que se resuelve en el valor igual con el que las personas
se reconocen las unas a las otras. Entonces, en la  acepción  original del término, “democracia social” revela una sociedad cuyo Ethos exige a sus propios miembros verse y tratarse socialmente como iguales.


De  la  acepción original se puede deducir fácilmente otro significado de “democracia social”: el conjunto
de las democracias primarias -pequeñas comunidades y asociaciones voluntarias concretas- que vigorizan
y alimentan a la democracia desde la base, a partir de la sociedad civil. En este sentido, un término lleno
de significado es el de “sociedad multigrupal”, osea, aquélla estructurada en grupos que  se
autogobiernan. En consecuencia, aquí democracia social está en la infraestructura de las microdemocracias, las cuales sirven de base a la macrodemocracia de conjunto, a la superestructura política.

Democracia económica es, a primera vista, una expresión que se explica por sí misma. Pero sólo en principio, porque desde el momento en que la democracia política se  apoya  sobre  la  igualdad jurídico-política, y la democracia social se apoya
primariamente sobre la igualdad de estatus, en esa secuencia democracia económica significa igualdad económica, eliminación de los extremos de pobreza y riqueza y, en consecuencia, redistribución que persigue el bien estar generalizado.  Ésta  es  la
interpretación  que  podemos llamar intuitiva de la expresión; pero la “democracia económica” adquiere un significado preciso y caracterizador de  subespecie de la “democracia industrial”.

El concepto se remonta a Sidney y Beatrice Webb, quienes en 1897 escribieron
Industrial Democracy, obra sólida, coronada posteriormente con otra sobre un sistema
político: A Constitution for the Socialist Commonwealth of Great Britain (1920). Aquí el argumento es nítido.

Democracia económica es la democracia en el lugar de trabajo y dentro de la organización y la gestión del trabajo. En la sociedad industrial el trabajo se concreta en las fábricas y, entonces, es en la fábrica donde se hace necesario situar a la democracia. De esta manera, al miembro de la ciudad política, al polites, lo sustituye el miembro de una comunidad económica concreta, el trabajador, de tal modo que se reconstituye la microdemocracia o, mejor dicho, se instaura una miríada de microdemocracias  en  las  que se da, conjuntamente, la titularidad y el ejercicio del poder. En su forma acabada, la democracia industrial se representa, entonces, como el autogobierno del trabajador en la propia sede del trabajo,  del  obrero  en la  propia fábrica; un autogobierno local que debería estar integrado en el  ámbito  nacional  por una democracia funcional, es decir, por un sistema político fundado sobre criterios de representación funcional, de representación del trabajo y la competencia.

En la práctica, la democracia industrial ha encontrado  su  encarnación  más
avanzada en la “autogestión” yugoslava, una  experiencia  que  ya  se  considera
fracasada en cuanto a la economía y falaz en lo político. Por regla, y con mayor éxito,
la democracia industrial se ha afirmado sobre fórmulas de la participación obrera en la
conducción de la empresa -la  mitbestimmung alemana- y sus prácticas
institucionalizadas de consulta entre la dirección empresarial y los sindicatos. Una vía
alterna es la acción obrera, la cual puede ser concebida y diseñada como una forma
de  democracia industrial,  pero que, de por sí, implica copropiedad y participación en
las ganancias más que democratización


Democracia económica se presta, asimismo, para ser entendida  de  un modo
muy general como la visión marxista de la democracia, en función de la  premisa  de
que  la  política  y  sus  estructuras son solamente “sobreestructuras” que reflejan un
subyacente unterbau económico. Que el mucho discurrir sobre democracia económica
sea  de  amplia  inspiración  marxista  (es decir, que descienda de la interpretación
materialista de la historia) está fuera de duda. Sin embargo, las  “teorías económicas
de la democracia” propiamente dichas y precisamente formuladas que surgen  con
Anthony  Downs  (1957)  y  que luego se han desarrollado, en general, en términos de
social choice, de teoría de opciones sociales, provienen de economistas y  no tienen
ninguna influencia marxista: se valen de conceptos  y  analogías  de  la  ciencia
económica para interpretar procesos políticos (Buchanan y Tullock, 1962; Riker, 1982)
.
El hecho es que el marxismo -cuando menos, desde Marx a Lenin-  juega bien contra la democracia, a la que declara capitalista y burguesa; pero juega mal en  su propia casa, es decir, cuando se trata de explicar cuál es la democracia que reivindica para sí, la democracia del comunismo realizado.

 En Estado y Revolución, Lenin dice y se contradice, pero al final su conclusión es que el comunismo, aboliendo la política, al mismo tiempo cancela la democracia (véase Sartori,  1987,  pp.  461-466).  En  tal
sentido, el marxismo no despliega una democracia económica. Lo que se refuta  es que la democracia  económica y la teoría económica de la democracia son, no obstante
la similitud de las expresiones, cosas totalmente ajenas la una de la otra.

Puestas en claro las diferencias, ¿cuál es la relación entre democracia política,
democracia social y democracia económica? Ocurre aquí que la primera es condición
necesaria de  las  otras.  Las  democracias en sentido social y/o económico amplían y
completan la democracia en sentido político; cuando existen, son también
democracias  más  auténticas,  ya que son microdemocracias, democracias de pequeños  grupos.

Por lo demás, si no existe democracia en el sistema político, las pequeñas democracias sociales y de fábrica corren el riesgo, a cada momento, de ser destruidas o amordazadas. Por ello “democracia” sin adjetivos se entiende como democracia política. Entre ésta y las otras  democracias,  la  diferencia  es  que  la democracia política es supraordenada y condicionante, y las otras son subordinadas y condicionadas. Si falta la democracia mayor con facilidad faltan las  democracias
menores;  lo  cual  explica  por qué la democracia ha sido siempre un concepto preeminentemente desarrollado y teorizado como sistema político.

Democracia en singular y en plural

Sobre la base de que la democracia tout court, sin adjetivos, se entiende como democracia política, ¿debemos hablar así también de democracia  en  singular,  o  tal vez, de democracia en plural?
A nivel empírico es claro que las democracias son de tipo diverso. Por ejemplo: de  tipo  presidencial  o  parlamentario,  de tipo francés o inglés, proporcionales o mayoritarias, y así sucesivamente. Pero el problema  atropella  perjudicialmente  la teoría,  el  ámbito especulativo, y se discute si existe un filón central, una teoría mainstream, o si tal vez sólo existen teorías democráticas en  plural,  que  sean alternativas  e  irreductibles  unas  con otras. La primera tesis concibe la teoría de la democracia (en singular) como un tronco del que después nacen múltiples ramas. La segunda, en cambio, sostiene que no existe un tronco, que las democracias (en plural) constituyen en sí un árbol cada una.

¿Cuáles son o serían estas teorías irreductiblemente  diferentes?  Las enumeraciones abundan. Se insiste sobre la oposición entre una llamada teoría clásica, por un lado, y una teoría llamada a  menudo  competitiva,  pluralista  o schumpeteriana de la democracia, por otro lado. De igual manera, la oposición  ritual es entre teoría participativa y teoría representativa. Barry Holden (1974) plantea sin rodeos  su análisis alrededor de cinco núcleos de teoría democrática: 1. radical, 2.neorradical, 3. pluralista, 4. elitista, 5. liberal- democrática.

De una vez digo que ninguna de estas separaciones -entendidas precisamente como separaciones entre teorías alternativas, de las que hay que escoger- me convence.  Que  las  mencionadas separaciones no se sostienen, es lo que iremos viendo poco a poco. Pero para indicar inmediatamente su inconsistencia, basta citar la distinción entre teoría prescriptiva y teoría descriptiva, con la premisa  de  que  una teoría de la democracia, si lo es de verdad, debe comprender a ambas. Una teoría que sea sólo prescriptiva o sólo descriptiva es una teoría parcial, incompleta  y,  como tal, una subteoría (que no es un árbol en sí).
Para  ilustrarlo, tomemos la llamada teoría participativa. Para colocarla como alternativa de la teoría representativa de la democracia (que es la teoría de conjunto),es necesario hacer una teoría que  igualmente  las  comprenda.  Pero  los participacionistas  tienen  en  la  mano sólo un engranaje; y por más que lo hagan
grande, un engranaje no hace un reloj: una parte del todo no puede sustituir al todo.
 Y lo mismo vale para otras presuntas teorías alternativas: clásica, radical, elitista  y
similares.
La tesis de las múltiples teorías se contrapone a la teoría completa, a la teoría
de conjunto; un grupo de porciones de teoría, de subteorías incompletas que caen en
el clásico error de la pars pro toto, de suplantar el todo por una parte. Por lo tanto, y
contrariamente, yo sostendré que la teoría de la democracia (en singular) está dividida
únicamente  por  la  discontinuidad que separa la democracia de los antiguos de la
democracia de los modernos, y que esta última es fundamentalmente una: la teoría de
la democracia liberal. Bien entendido, de este mainstream, o filón central, se expanden
muchas vetas. También es lícito ir en pos de la teoría de conjunto partiendo de teorías
parciales. La representación puede ser analizada en nombre de la participación, la
explicación  descriptiva  en  nombre  de instancias morales, la macrodemocracia en
nombre de las pequeñas democracias, y así  sucesivamente.  Se  puede  afirmar
entonces que la teoría  completa de la democracia es conjuntamente a) descriptiva y
prescriptiva, y también b) es de aplicación de la teoría a la práctica. Hoy es la teoría
del Estado liberal- democrático.

Las trampas

Definir  la  democracia -lo estamos viendo- no es nada simple ni fácil.
“Democracia” es una palabra que se usa en largos discursos. Al desarrollar  los
planteamientos, debemos cuidarnos de toda clase de trampas. La insidia de fondo -y
siempre  recurrente-  es  el  simplismo  y por ello (en frase de Lenin) “la enfermedad
mortal  del  infantilismo”.  Es  cierto  que  se debe hacer fácil, en lo posible, la idea de
democracia,  ya  que  La  ciudad democrática exige, más que cualquier otra, que sus
propios principios y mecanismos sean generalmente entendidos. Pero de  mucha
simplificación también se puede morir. El único modo de  resolver los  problemas  es
conociéndolos, sabiendo que existen. El simplismo los cancela y, así, los agrava

gargoyle3

El simplismo democrático no es necesariamente simple; baste  decir  también
que las “grandes simplificaciones” se prestan para ser elaboradas, se hacen sutiles y
se desarrollan en cientos de páginas. De una elemental “idea fija” somos capaces de
levantar una pagoda, el simplismo honesto, declarado, no me inquieta más de lo que
debe; sin embargo, el “simplismo-pagoda” me inquieta mucho y será, en los próximos
capítulos, mi blanco de ataque.
Decía  que  el  discurso  sobre la democracia está lleno de trampas. El primer
engaño es el terminológico: discutir sobre la palabra ignorando la cosa. Ese simplismo
que trataré primero bajo la expresión “democracia  etimológica”  o literal. El segundo
simplismo  es  el  “realístico” o, mejor dicho, del realismo malo: declarar que lo que
cuenta es lo real y para nada lo ideal. El tercer simplismo es, por  el  contrario,  el
“perfeccionista”: el ideal a toda marcha y en dosis siempre en aumento. Después de
tales  engaños  mi  hilo  expositor  será el convertir lo ideal en real: cuál es la relación
correcta entre deber ser y ser. Todos más o menos sabemos (es lo fácil) cómo y cuál
debería de ser la democracia ideal; mas muy poco se sabe (es lo difícil) acerca de las
condiciones de la democracia posible.
La empresa es de gran aliento porque la democracia que debemos comprender
es –insisto- la democracia política. Respecto de aquel optimum que se encuentra en
los específicos microcosmos sociales, la democracia política -entendida como  la
reducción de las múltiples  voluntades de millones de personas a un único comando-
es sólo el último y más pálido reflejo. Entre tina experiencia democrática en pequeño y
una experiencia democrática en grande hay un abismo. La humanidad ha penado
durante más de dos mil años para establecer un puente entre las dos riberas; y en el
paso del grupo primario y de las grandes  sociedades  democráticas  actuales  a  la
democracia de los grandes números y de los ausentes -vale decir, de  poblaciones
enteras y de naciones- es preciso dejar por el camino muchos  de los  requisitos  que
aseguran la autenticidad de una experiencia democrática. La democracia política es la
que actúa -para fines democráticos- en las peores condiciones posibles; y no se puede
esperar de la democracia a gran escala, de la difícil  democracia  política,  lo  que  se
obtiene de la democracia a pequeña escala.

http://democraciagaitan.blogspot.com/2010/11/la-democracia.html
gargouille

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El discurso fúnebre de Pericles: Texto complet34. En el mismo invierno los atenienses, siguiendo la costumbre tradicional, organizaron públicamente las ceremonias fúnebres de los primeros que habían muerto en esta guerra, de la siguiente manera: montan una tienda y exponen los huesos de los difuntos tres días antes del entierro, y cada uno lleva a su deudo la ofrenda que desea. Y cuando tiene lugar la conducción de cadáveres, unos carros transportan los féretros de ciprés, cada uno de una tribu y en su interior se hallan los huesos de los pertenecientes a cada una de las tribus. Se transporta también un féretro vacío preparado en honor de los desaparecidos que no fueron hallados al recuperar los cadáveres. 


Acompaña al cortejo el ciudadano o extranjero que quiere, y las mujeres de la familia quedan llorando sobre la tumba. Los depositan, pues, en el cementerio público que está en el más hermoso barrio de la ciudad, que es donde siempre dan sepultura a los que han muerto por la ciudad, excepción hecha de los que murieron en Maratón, pues a éstos, al considerar la brillantez de su valor, los enterraron allí mismo Y después que los cubren de tierra, un hombre elegido por la ciudad, el que por su inteligencia no parezca ser un necio y destaque en la estimación pública, pronuncia en honor de éstos el pertinente elogio, tras lo cual se marchan todos. Este es el modo como los entierran. Durante el transcurso de toda la guerra seguían esta costumbre cada vez que la ocasión se les presentaba. Así pues, para hablar en honor de estos primeros muertos fue elegido Pericles, hijo de Jantipo. Llegado el momento, se adelantó desde el sepulcro hacia una alta tribuna que se había erigido a fin de que pudiera hacerse oír ante tan gran muchedumbre, y habló así


35. “La mayoría de los que aquí han hablado anteriormente elogian al que añadió a la costumbre el que se pronunciara públicamente este discurso, como algo hermoso en honor de los enterrados a consecuencia de las guerras. Aunque lo que a mí me parecería suficiente es que, ya que llegaron a ser de hecho hombres valientes, también de hecho se patentizara su fama como ahora mismo ven en torno a este túmulo que públicamente se les ha preparado; y no que las virtudes de muchos corran el peligro de ser creídas según que un solo hombre hable bien o menos bien. Pues es difícil hablar con exactitud en momentos en los que difícilmente está segura incluso la apreciación de la verdad. Pues el oyente que ha conocido los hechos y es benévolo, pensará quizá que la exposición se queda corta respecto a lo que él quiere y sabe; en cambio quien no los conoce pensará, por envidia, que se está exagerando, si oye algo que está por encima de su propia naturaleza. Pues los elogios pronunciados sobre los demás se toleran sólo hasta el punto en que cada cual también cree ser capaz de realizar algo de las cosas que oyó; y a lo que por encima de ellos sobrepasa, sintiendo ya envidia, no le dan crédito. Mas, puesto que a los antiguos les pareció que ello estaba bien, es preciso que también yo, siguiendo la ley, intente satisfacer lo más posible el deseo y la expectación de cada uno de vosotros.


36. Comenzaré por los antepasados, lo primero; pues es justo y al mismo tiempo conveniente que en estos momentos se les conceda a ellos esta honra de su recuerdo. Pues habitaron siempre este país en la sucesión de las generaciones hasta hoy, y libre nos lo entregaron gracias a su valor. Dignos son de elogio aquéllos, y mucho más lo son nuestros propios padres, pues adquiriendo no sin esfuerzo, además de lo que recibieron, cuanto imperio tenemos, nos lo dejaron a nosotros, los de hoy en día. Y nosotros, los mismos que aún vivimos y estamos en plena edad madura, en su mayor parte lo hemos engrandecido, y hemos convertido nuestra ciudad en la más autárquica, tanto en lo referente a la guerra como a la paz. De estas cosas pasaré por alto los hechos de guerra con los que se adquirió cada cosa, o si nosotros mismos o nuestros padres rechazamos al enemigo, bárbaro o griego, que valerosamente atacaba, por no querer extenderme ante quienes ya lo conocen. En cambio, tras haber expuesto primero desde qué modo de ser llegamos a ellos, y con qué régimen político y a partir de qué caracteres personales se hizo grande, pasaré también, luego al elogio de los muertos, considerando que en el momento presente no sería inoportuno que esto se dijera, y es conveniente que lo oiga toda esta asamblea de ciudadanos y extranjeros.


37. Pues tenemos una Constitución que no envidia las leyes de los vecinos, sino que más bien es ella modelo para algunas ciudades que imitadora de los otros. Y su nombre, por atribuirse no a unos pocos, sino a los más, esDemocracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en las disensiones particulares, mientras que según la reputación que cada cual tiene en algo, no es estimado para las cosas en común más por turno que por su valía, ni a su vez tampoco a causa de su pobreza, al menos si tiene algo bueno que hacer en beneficio de la ciudad, se ve impedido por la oscuridad de su reputación. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad, y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, ni sentimos envidia del vecino si hace algo por placer, ni añadimos nuevas molestias, que aun no siendo penosas son lamentables de ver. Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados, y a cuantas por ser leyes no escritas comportan una vergüenza reconocida. 38. Y también nos hemos procurado frecuentes descansos para nuestro espíritu, sirviéndonos de certámenes y sacrificios celebrados a lo largo del año, y de decorosas casas particulares cuyo disfrute diario aleja las penas. Y a causa de su grandeza entran en nuestra ciudad toda clase de productos desde toda la tierra, y nos acontece que disfrutamos los bienes que aquí se producen para deleite propio, no menos que los bienes de los demás hombres.


39. Y también sobresalimos en los preparativos de las cosas de la guerra por lo siguiente: mantenemos nues tra ciudad abierta y nunca se da el que impidamos a nadie (expulsando a los extranjeros) que pregunte o contemple algo —al menos que se trate de algo que de no estar oculto pudiera un enemigo sacar provecho al verlo—, porque confiamos no más en los preparativos y estratagemas que en nuestro propio buen ánimo a la hora de actuar. Y respecto a la educación, éstos, cuando todavía son niños, practican con un esforzado entrenamiento el valor propio de adultos, mientras que nosotros vivimos plácidamente y no por ello nos enfrentamos menos a parejos peligros. Aquí está la prueba: los lacedemonios nunca vienen a nuestro territorio por sí solos, sino en compañía de todos sus aliados; en cambio nosotros, cuando atacamos el territorio de los vecinos, vencemos con facilidad en tierra extranjera la mayoría de las veces, y eso que son gentes que se defienden por sus propiedades. Y contra todas nuestras fuerzas reunidas ningún enemigo se enfrentó todavía, a causa tanto de la preparación de nuestra flota como de que enviamos a algunos de nosotros mismos a puntos diversos por tierra. Y si ellos se enfrentan en algún sitio con una parte de los nuestros, si vencen se jactan de haber rechazado unos pocos a todos los nuestros, y si son vencidos, haberlo sido por la totalidad. Así pues, si con una cierta indolencia más que con el continuo entrenarse en penalidades, y no con leyes más que con costumbres de valor queremos correr los riesgos, ocurre que no sufrimos de antemano con los dolores venideros, y aparecemos llegando a lo mismo y con no menos arrojo que quienes siempre están ejercitándose. Por todo ello la ciudad es digna de admiración y aun por otros motivos.


40. Pues amamos la belleza con economía y amamos la sabiduría sin blandicie, y usamos la riqueza más como ocasión de obrar que como jactancia de palabra. Y el reconocer que se es pobre no es vergüenza para nadie, sino que el no huirlo de hecho, eso sí que es más vergonzoso. Arraigada está en ellos la preocupación de los asuntos privados y también de los públicos; y estas gentes, dedicadas a otras actividades, entienden no menos de los asuntos públicos. Somos los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de estas cosas, no ya un tranquilo, sino un inútil, y nosotros mismos, o bien emitimos nuestro propio juicio, o bien deliberamos rectamente sobre los asuntos públicos, sin considerar las palabras un perjuicio para la acción, sino el no aprender de antemano mediante la palabra antes de pasar de hecho a ejecutar lo que es preciso. Pues también poseemos ventajosamente esto: el ser atrevidos y deliberar especialmente sobre lo que vamos a emprender; en cambio en los otros la ignorancia les da temeridad y la reflexión les implica demora. Podrían ser considerados justamente los de mejor ánimo aquellos que conocen exactamente lo agradable y lo terrible y no por ello se apartan de los peligros. Y en lo que concierne a la virtud nos distinguimos de la mayoría, pues nos procuramos a los amigos, no recibiendo favores sino haciéndolos. Y es que el que otorga el favor es un amigo más seguro para mantener la amistad que le debe aquel a quien se lo hizo, pues el que lo debe es en cambio más débil, ya que sabe que devolverá el favor no gratuitamente sino como si fuera una deuda. Y somos los únicos que sin angustiarnos procuramos a alguien beneficios no tanto por el cálculo del momento oportuno como por la confianza en nuestra libertad


41. Resumiendo, afirmo que la ciudad toda es escuela de Grecia, y me parece que cada ciudadano de entre nosotros podría procurarse en los más variados aspectos una vida completísima con la mayor flexibilidad y encanto. Y que estas cosas no son jactancia retórica del momento actual sino la verdad de los hechos, lo demuestra el poderío de la ciudad, el cual hemos conseguido a partir de este carácter. Efectivamente, es la única ciudad de las actuales que acude a una prueba mayor que su fama, y la única que no provoca en el enemigo que la ataca indignación por lo que sufre, ni reproches en los súbditos, en la idea de que no son gobernados por gentes dignas. Y al habernos procurado un poderío con pruebas más que evidentes y no sin testigos, daremos ocasión de ser admirados a los hombres de ahora y a los venideros, sin necesitar para nada el elogio de Homero ni de ningún otro que nos deleitará de momento con palabras halagadoras, aunque la verdad irá a desmentir su concepción de los hechos;sino que tras haber obligado a todas las tierras y mares a ser accesibles a nuestro arrojo, por todas partes hemos contribuido a fundar recuerdos imperecederos para bien o para mal. Así pues, éstos, considerando justo no ser privados de una tal ciudad, lucharon y murieron noblemente, y es natural que cualquiera de los supervivientes quiera esforzarse en su defensa


42. Esta es la razón por la que me he extendido en lo referente a la ciudad enseñándoles que no disputamos por lo mismo nosotros y quienes no poseen nada de todo esto, y dejando en claro al mismo tiempo con pruebas ejemplares el público elogio sobre quienes ahora hablo. Y de él ya está dicha la parte más importante. Pues las virtudes que en la ciudad he elogiado no son otras que aquellas con que las han adornado estos hombres y otros semejantes, y no son muchos los griegos cuya fama, como la de éstos, sea pareja a lo que hicieron. Y me parece que pone de manifiesto la valía de un hombre, el desenlace que éstos ahora han tenido, al principio sólo mediante indicios, pero luego confirmándola al final. Pues es justo que a quienes son inferiores en otros aspectos se les valore en primer lugar su valentía en defensa de la patria, ya que borrando con lo bueno lo malo reportaron mayor beneficio a la comunidad que lo que la perjudicaron como simples particulares. Y de ellos ninguno flojeó por anteponer el disfrute continuado de la riqueza, ni demoró el peligro por la esperanza de que escapando algún día de su pobreza podría enriquecerse. Por el contrario, consideraron más deseable que todo esto el castigo de los enemigos, y estimando además que éste era el más bello de los riesgos decidieron con él vengar a los enemigos, optando por los peligros, confiando a la esperanza lo incierto de su éxito, estimando digno tener confianza en sí mismos de hecho ante lo que ya tenían ante su vista. Y en ese momento consideraron en más el defenderse y sufrir, que ceder y salvarse; evitaron una fama vergonzosa, y aguantaron el peligro de la acción al precio de sus vidas, y en breve instante de su Fortuna, en el esplendor mismo de su fama más que de su miedo, fenecieron.


43. Y así éstos, tales resultaron, de modo en verdad digno a su ciudad. Y preciso es que el resto pidan tener una decisión más firme y no se den por satisfechos de tenerla más cobarde ante los enemigos, viendo su utilidad no sólo de palabra, cosa que cualquiera podría tratar in extensoante ustedes, que la conocéis igual de bien, mencionando cuántos beneficios hay en vengarse de los enemigos; antes por el contrario, contemplando de hecho cada día el poderío de la ciudad y enamorándose de él, y cuando les parezca que es inmenso, piensen que todo ello lo adquirieron unos hombres osados y que conocían su deber, y que actuaron con pundonor en el momento de la acción; y que si fracasaban al intentar algo no se creían con derecho a privar a la ciudad de su innata audacia, por lo que le brindaron su más bello tributo: dieron, en efecto, su vida por la comunidad, cosechando en particular una alabanza imperecedera y la más célebre tumba: no sólo el lugar en que yacen, sino aquella otra en la que por siempre les sobrevive su gloria en cualquier ocasión que se presente, de dicho o de hecho. Porque de los hombres ilustres tumba es la tierra toda, y no sólo la señala una inscripción sepulcral en su ciudad, sino que incluso en los países extraños pervive el recuerdo que, aun no escrito, está grabado en el alma de cada uno más que en algo material. Imiten ahora a ellos, y considerando que su libertad es su felicidad y su valor su libertad, no se angustien en exceso sobre los peligros de la guerra.Pues no sería justo que escatimaran menos sus vidas los desafortunados (ya que no tienen esperanzas de ventura), sino aquellos otros para quienes hay el peligro de sufrir en su vida un cambio a peor, en cuyo caso sobre todo serían mayores las diferencias si en algo fracasaran. Pues, al menos para un hombre que tenga dignidad, es más doloroso sufrir un daño por propia cobardía que, estando en pleno vigor y lleno de esperanza común, la muerte que llega sin sentirse.


44. Por esto precisamente no compadezco a ustedes, los padres de estos de ahora que aquí están presentes, sino que más bien voy a consolarles. Pues ellos saben que han sido educados en las más diversas experiencias. Y la felicidad es haber alcanzado, como éstos, la muerte más honrosa, o el más honroso dolor como ustedes y como aquellos a quienes la vida les calculó por igual el ser feliz y el morir. Y que es difícil convencerles de ello lo sé, pues tendrán múltiples ocasiones de acordarse de ellos en momentos de alegría para otros, como los que antaño también eran su orgullo. Pues la pena no nace de verse privado uno de aquellas cosas buenas que uno no ha probado, sino cuando se ve despojado de algo a lo que estaba acostumbrado. Preciso es tener confianza en la esperanza de nuevos hijos, los que aún están en edad, pues los nuevos que nazcan ayudarán en el plano familiar a acordarse menos de los que ya no viven, y será útil para la ciudad por dos motivos: por no quedar despoblada y por una cuestión de seguridad. Pues no es posible que tomen decisiones equitativas y justas quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás. Y a su vez, cuantos han pasado ya la madurez, consideren su mayor ganancia la época de su vida en que fueron felices, y que ésta presente será breve, y alíviense con la gloria de ellos. Porque las ansias de honores es lo único que no envejece, y en la etapa de la vida menos útil no es el acumular riquezas, como dicen algunos, lo que más agrada, sino el recibir honores.


45. Por otra parte, para los hijos o hermanos de éstos que aquí están presentes veo una dura prueba (pues a quien ha muerto todo el mundo suele elogiar) y a duras penas podrían ser considerados, en un exceso de virtud por su parte, no digo iguales sino ligeramente inferiores. Pues para los vivos queda la envidia ante sus adversarios, en cambio lo que no está ante nosotros es honrado con una benevolencia que no tiene rivalidad. Y si debo tener un recuerdo de la virtud de las mujeres que ahora quedarán viudas, lo expresaré todo con una breve indicación. Para ustedes será una gran fama el no ser inferiores a vuestra natural condición, y que entre los hombres se hable lo menos posible de ustedes, sea en tono de elogio o de crítica.


46. He pronunciado también yo en este discurso, según la costumbre, cuanto era conveniente, y los ahora enterrados han recibido ya de hecho en parte sus honras; a su vez la ciudad va a criar a expensas públicas a sus hijos hasta la juventud, ofreciendo una útil corona a éstos y a los supervivientes de estos combates. Pues es entre quienes disponen de premios mayores a la virtud donde se dan ciudadanos más nobles. Y ahora, después de haber concluido los lamentos fúnebres, cada cual en honor de los suyos, márchense”.


                      lonja_de_valencia